Olor a humedad, sudor y fracaso. Frente a la taquilla oxidada del vestuario de camareros de aquél hotel infernal, el aroma era más intenso de lo que el novato podía soportar.
«No me lo puedo creer. - pensó mientras colgaba cuidadosamente el chaleco desgastado a pesar de ser nuevo para él. Desgastado por cientos de camareros que posiblemente se habrían encontrado en su misma situación, sufriendo ese mismo olor a derrota. - No he durado ni media mañana. Es que ni media hora, leches.»
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